sábado, 25 de diciembre de 2010

Trópico en Navidad


Santa Claus, el arbolito navideño y otros elementos tan extraños al Trópico en el que vivimos, son referentes de nuestra Navidad.

Si quisiéramos hacer unos de esos juegos de mal gusto de la televisión, de colocar todos esos componentes en otra época del año, seguramente nos engañarían.

Pensaríamos que estamos en Navidad.

No obstante, creo que Santa Claus, el arbolito navideño y otras piezas transcultorizadoras, son apenas unos referentes decorativos más en esta hermosa época del año.

Las verdaderas referencias de nosotros, los hombres y mujeres del Caribe, se percibe en otros componentes. Algunos de ellos tan sólo pueden percibirlos nuestros corazones.

La Navidad es la mirada ilusionada de los niños, es el sabor único del mejor manjar navideño: la hallaca que hace nuestra madre. Es el calor corporal y espiritual de nuestros amigos, de nuestras amigas…

En el Trópico sabemos que estamos en Navidad no por la nieve, tan extraña a nuestra cotidianidad, sino a un color que arropa a nuestros pueblos y ciudades, que sólo puede apreciarse en el Caribe.

La Navidad es una brisa fresca que llega, es un aire indescriptible, único, que se percibe en las calles, las avenidas y en las esquinas de nuestros núcleos urbanos y rurales.

La Navidad es una nieve pero no blanca y fría sino azul y cálida, una nieve de calidez humana que desciende, por estos días, sobre nuestros corazones.

De esta manera quiero desearte una Feliz Navidad 2011 y un Prospero y Venturoso Año 2012. A ti, con quien compartí bonitos episodios: pequeños o grandes, sencillos o majestuosos, trascendentales, en este año 2011 que se despide.

Te deseo, de todo corazón, para este 2012 mucha salud, mucha pasión, mucha voluntad, mucha entrega y mucha fortaleza.

Mucha sabiduría, mucho ingenio, mucha paciencia, mucha tolerancia y por sobre todo mucha pero mucha felicidad. Es mi más sincero deseo.

Félix Gutiérrez

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Cuba es

Cuba es un viejo avión de la época soviética cruzando el Mar Caribe en la madrugada de un octubre bellísimamente rojo.

Es un viejo pero cumplidor avión de Cubana de Aviación que Andreína y yo bautizamos como la Guagua del Aire.

Es un batallón de cubanos y sus solidarios hermanos venezolanos y latinoamericanos del vuelo 313, intentando romper el injusto bloqueo estadounidense impuesto al pueblo cubano hace más de 50 años.

Procurando quebrar, a nuestra manera, el indigno embargo comercial, económico y financiero, cargando en el avión toda clase bienes de servicios que escasean en la isla por obra y gracia de la genocida ley gringa Helms-Burtom.

Cuba es pasear por el Malecón de La Habana, ese extenso muro de protección contra las aguas, de 7 kilómetros de longitud, construido a todo lo largo de la Habana Vieja.

Es una cita con ese emblemático lugar de esta apacible ciudad del Caribe, donde los cubanos se enamoran, pescan, leen, piensan o sencillamente se sientan a contemplar la profundidad del mar.

Cuba es andar y desandarse la Habana Vieja, el arquitectónicamente hermoso pero socialmente enigmático centro histórico de la ciudad, patrimonio de la humanidad.

Es visitar la famosa Bodeguita del Medio, el Museo del Ron, la Casa de Hemingway, la heladería Coppelia, El Museo de la Revolución, la urbanización  El Vedado,  el Barrio Chino...

Es recorrer la Plaza de la Revolución, el epicentro de las actividades políticas de esta Nación, que se asume orgullosamente como el primer país en haber derrotado al imperialismo norteamericano en América Latina, en la invasión de Bahía de Cochinos, en playa Girón, en 1961.   Es la estatua de uno de los más grandes héroes cubanos y latinoamericanos: José Martí, sobresaliendo en la plaza con dignidad y con orgullo.

Es tomarse la foto de ocasión con las gigantes y legendarias figuras del Che Guevara y Camilo Cienfuegos, que sobresalen en la inmensidad de plaza.

Cuba es el Show de Tropicana, es la Casa de la Música, es beber ron Havana Club, es fumar habano. Es acostarse  en la madrugada después del largo guataque habanero y levantarse dos horas más tarde, para seguir explorando la ciudad y su gente.

Es un ¡Viva Chávez! en cada rincón que nos identificaban como venezolanos, y nosotros más atrás, respondiendo con la consecuente solidaridad hermana de siempre: ¡Viva Fidel, no joda!

Es conseguirse, por azar, en una avenida del Vedado a Germán Sánchez Otero, el embajador de Cuba en Venezuela durante el golpe de Estado de 2002.

Ese mismo embajador, y a su familia, a los que le gritaba la horda fascista el día del golpe por TV: ¡Se van a tener que comer las alfombras!

Cuba es andarse toda una tarde por La Habana buscando la plaza de un soñador: John Lennon, junto con Luz Berenice y Andreína, y encontrarnos en el agotador trayecto la pinta en una pared habanera, que decía: "Si se puede, coño".

Es esta creativa pinta y otros mensajes públicos en los que se exalta el espíritu cubano, como aquel que leímos, grandote, en la entrada de un polígono de tiro, que indicaba con doble sentido político y erótico: "Todo cubano debe saber tirar y tirar bien".

Cuba es viajar de La Habana a Varadero, pasando por la acogedora ciudad de Matanzas. Es ir prendiendo el sano bochinche venezolano en cada parada que hacíamos en la carretera.

Es ir montado en una guagua turística escuchando por calles, avenidas, carreteras y autopistas cubanas el Catalejo de Buena Fe.

Es saludar al músico cubano Frank Delgado en el Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana, mientras se disponía a tomar un vuelo a Toronto.

Cuba es Lolis, es La China, es Neyla, es Yessica, es Gerardo, es Elías: el sub-cuentero, es Edgar Castillo, bautizado popularmente como el Cuchi-Cuchi. Es Yurbri, es Alejandro, es Carlos, es El Parsero, es el Grupo de los 15 viajando por toda Cuba.

Es bañarse desnudo en las paradisíacas playas de Varadero, a altas horas de la madrugada, con Luz, Mirtha, Sonia y María de Los Ángeles, con unos cuantos rones encima.

Es pasear por Varadero en cocotaxi. Es conversar un rato sobre la historia del son cubano con Tito Knight, sobrino de Pedro Knight, el esposo de Celia Cruz.

Es acordarme, a ratos, de una vieja amiga venezolana que prefirió irse a Miami, luego de menospreciar mi invitación a viajar a Cuba con la excelente agencia de viajes cubana-venezolana Pegazul.

No obstante, en inmigración de un aeropuerto de los EEUU la trataron como sospechosa de terrorismo. "Es la primera vez que me pasa", se justificaba.

En honor a la cara de esta perpleja amiga no paraba de cantar, sonriente y feliz, por toda Cuba y a manera de lección de vida, una estrofa de la sabrosa charanga habanera, que dice: "…tu llorando en Miami y yo gozando en La Habana…".

Cuba es Alfredo y Mariátegui tomando una bandera venezolana y chilena, colocándola en la parte trasera de un carro alquilado para recorrer media isla: de Varadero a Santiago de Cuba, pasando por Santa Clara para conocer el mausoleo del Che.

Es anhelar que los días y las noches sean más largos. Es desear que el día de la partida, del regreso, no llegue aún, y cuando llega quedarse con unas ganas inmensas de quedarse.

En definitiva, si me pidieran una impresión de mi viaje a Cuba diría que Cuba no fue ni será… diría que ¡ Cuba es !

Félix Gutiérrez

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Lennon en La Habana



Luz Berenice hizo la propuesta: “¿Y por qué no vamos al Parque John Lennon?” Andreína y yo nos miramos. Sonreímos. La propuesta sonaba bonita.

“Pues vamos”, dijimos sin tapujos. De esta manera emprendimos uno de los recorridos más hermosos y reveladores que hicimos en La Habana.

Estábamos en la popular heladería Coppelia, situada en la concurrida esquina de la avenida 23 con calle L de la capital cubana. Poco antes el resto del grupo de venezolanos con el que habíamos viajado a la isla se nos extravió.

¿Dónde queda el Parque John Lennon?, le preguntamos al primer habanero que conseguimos, apenas tomamos la decisión de ir a la plaza.

Este parque fue inaugurado el 8 de diciembre del 2000, en homenaje a los 20 años del vil asesinato del famoso integrante del controvertido cuarteto inglés de los años 60: Los Beatles.


Un grupo que marcó a más de una generación, incluida la nuestra, que nació precisamente en los años 60, década de cambios fundamentales en el siglo XX.“El parque está lejos… como a 10 cuadras o más”, nos advirtió el buen habanero. Además, era cerca de las 6:00 de la tarde. En poco tiempo comenzaría a anochecer y probablemente no podríamos observar con detalles la singular escultura.

Una obra de arte del tamaño natural del emblemático músico inglés, realizada por el escultor cubano José Villa. Un monumento de bronce con la imagen completa de John Lennon, sentado apaciblemente sobre una banca de hierro en el parque que lleva su mismo nombre, en la famosa urbanización Vedado de La Habana

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“No importa que quede lejos, nosotros vamos para allá…”, dijo Luz. Ese día no solamente caminamos buena parte de la avenida 23. Tuvimos la oportunidad de conocer La Habana y su gente.

Observamos la mujer y el hombre de la calle. Hablamos con jóvenes en un parque. Nos tomamos una cerveza Bucanera en una bodega, mientras hablábamos sobre la vida cotidiana de La Habana con el hombre y la mujer encargados de la tienda.

Todavía nos quedaba un trecho largo para llegar al parque, según nos decía la gente. Mientras caminábamos observábamos a los niños y las niñas.



A los jóvenes jugando en las plazas, soñando en las esquinas, caminando la tarde apacible y serena, como casi todas las calles y avenidas de esta ciudad del Caribe.


Una urbe sin prisa, sin el estrés al que estamos acostumbrados en otras ciudades latinoamericanas. Una gran ciudad con sus avenidas amplias, como la 23.
Unas calles y avenidas con sus espectaculares carros de los años 50, de la época del dictador Fulgencio Batista, y sus pequeños carros Lada de la otrora época soviética, rodando por cualquier rincón de La Habana.

Luego de caminar tanto, cuales soñadores de la vida cotidiana, estábamos ya cerca de la calle 17 entre las 6 y 8 de El Vedado, cuando volvimos a preguntar por la ubicación del parque.

“Allí está… es aquel”, nos dijo un vigilante de un local nocturno ubicado diagonal a la plaza. Efectivamente allí en la entrada del parque nos esperaba el famoso hombre.

A él nos aproximamos. Como hacen las decenas de turistas que se acercan nos sentamos a su lado y lo observamos largamente. Andreína colocó su cabeza sobre el brazo izquierdo de Lennon, como lo hace cuando está enamorada. Así se hizo su foto.


Luz Berenice lo abrazó para la siguiente gráfica y yo le di otro abrazo y coloqué posición de estar conversando con él, como lo hacen muchos visitantes para la foto de su particular posteridad.

Hablamos sobre la obra con un habanero que estaba sentado en la banca antes de que nosotros llegáramos. Nos contó varias anécdotas.

Por lo menos la de que días después de la inauguración de la obra los lentes que llevaba el monumento fueron hurtados por un desconocido.

Como si se tratara de un mal que lo persigue hasta más allá de la muerte, no bastó que un loco le quitara la vida aquel trágico 8 de diciembre de 1980, otro desquiciado se llevó sus primeros lentes de la escultura que lo inmortaliza en este bonito rincón del país antillano.

Antes de irnos descubrimos una inscripción colocada en el piso, al frente del monumento, que decía: "Dirás que soy un soñador, pero no soy el único", tal cual lo indica una parte de la canción Imagine.

Los tres nos miramos y sonreíamos. Había que estar bien loco para caminar tanto, para poder llegar a este parque, pero valía la pena haberlo hecho para conocer este lugar, donde se encuentra la escultura de un gran hombre que simbolizó la rebeldía en contra de todas las prohibiciones.

A la música rock, a la minifalda, a las melenas… así como igualmente reivindicó la idea a seguir soñando con un mundo libre y en paz. Para nosotros caminar tanto para conocer el parque Lennon de La Habana significaba precisamente eso: seguir soñando a la aspiración de un mundo cada vez más libre, más justo y más humano.

Félix Gutiérrez