La paz espiritual que transmite el silencio que se respira en el interior de la capilla del monumento a la Virgen de la Paz, bien vale la visita a esta ciclópea esfinge, ubicada a 9 kilómetros de Trujillo, la capital del estado andino que lleva el mismo nombre de la discreta y limpia ciudad de los Andes venezolanos.
El silencio es sucedido por el eco que retumba, suavemente, en cada rincón de tu espíritu cuando se hace el más mínimo sonido: los rezos y las plegarias que se realizan en un tono por más bajo que sea, o el comentario que a manera de susurro pueda hacérsele al acompañante.
O el caso del niño, o niña, curioso o curiosa, que solamente por el placer de escuchar el misterioso eco, emite cualquier tipo de inocente ruido en esta capilla, en forma de iglú pintado de rojo en sus exteriores y de color blanco en su interior, localizada en las inmediaciones de la gigantesca escultura venezolana de 46,72 metros de altura.
La Virgen de la Paz es el monumento más alto de América Latina, incluyendo el espectacular Cristo Redentor de Corcovado, de Río de Janeiro, en Brasil. Incluso, más grande que la famosa estatua de la Libertad, de la ciudad Nueva York, en los Estados
Unidos del Norte de América.
Esa misma estatua norteamericana que se trepa a través de unas incómodas escaleras de caracol y en cuyo interior, se respira un nauseabundo olor a sobaco (axilas no aseadas), según comentó una dama que subía con su familia por las escaleras del monumento de Los Andes venezolanos.
Luego de la experiencia espiritual reconfortante en la capilla del Monumento a la Paz, salir y observar a la distancia la enorme esfinge y luego recorrerla por dentro es un verdadero espectáculo turístico.
Antecede a este emocionante viaje al interior de la virgen un camino de árboles a través de los cuales se accede a la base del monumento, y sobre los cuales pareciera que la virgen levitara.
La Virgen de la Paz, diseñada por el escultor Manuel de La Fuente, fue inaugurada en diciembre de 1983, hace exactamente 27 años. Esta última información se indica en una cartelera informativa colocada en la entrada a este monumento, donde los adultos mayores y las personas con discapacidad pueden subir a través de un ascensor.
El resto de las personas deben hacerlo a través de sus escaleras, parecidas a las de cualquier edificio de una ciudad, que lleva a los cinco miradores del monumento, localizados, uno, un poco más arriba de lo que serían las rodillas de una persona.
Un segundo mirador en la mano izquierda extendida de la virgen, y un tercer mirador a la altura de la paloma que carga en su brazo derecho, así como en el cuarto mirador a la altura del pecho. El quinto y último mirador se ubica en los ojos de la inmensa escultura.
Desde este monumento, en un día totalmente despejado, se destaca en la reseña histórica de la obra colocada en la entrada, puede observarse la casi totalidad del estado Trujillo, así como la Sierra Nevada de Mérida y el Lago de Maracaibo, del estado Zulia.
En el primer mirador, en las rodillas de la virgen, por lo menos, se observa la ciudad de Trujillo, la capital de este estado, especialmente su diocesano.
Desde el segundo mirador, la mano izquierda, se avizoran Los Llanos de Monay, Agua Viva, Isnotú, Betijoque, La Cejita, Motatán y Pampanito, entre otros pueblos trujillanos.
En el tercer mirador, la paloma que sostiene en la mano derecha, se observa la zona más alta de este estado, incluyendo el famoso monumento natural Teta de Niquitao, así como desde el cuarto y quinto mirador, se aprecian La Sierra de Mérida y el Lago de Maracaibo.
Aunque en épocas del año, como la decembrina e inicios del año, así como en otros períodos, la niebla impide apreciar la mayoría de las zonas descritas, es un verdadero espectáculo apreciar la ciudad de Trujillo, con niebla incluida, desde este monumento.
Un espectáculo cuya expectativa se inicia desde el mismo momento que se llega al estacionamiento del obelisco, desde el cual se sube caminando unos metros hasta el parque, los que van en vehículo propio.
Las personas que van en colectivo, unos rústicos que se toman en la ciudad de Trujillo, pueden acceder hasta la entrada del propio parque del monumento andino.
En el estacionamiento, donde se dejan los vehículos, hay un pequeño mercado artesanal, donde se encuentran artesanos que venden vírgenes de la paz. Estos, y otros vendedores más comerciales, se localizan a todo lo largo del trayecto que se camina hasta la entrada del parque.
En el mercado algunos de los artesanos te cuentan parte de la historia de la virgen, a falta de guías, por lo menos durante la visita que hicimos, así como la falta de funcionarios de Protección Civil, que puedan atender a personas afectadas por las alturas.
Estos artesanos, cuentan, entre otras historias de la virgen, como que los feligreses agradecen sus favores ante una cueva, localizada en el Cerro La Peña, a algunos kilómetros de la estatua.
Se cuenta que allí apareció esta virgen de la paz, advocación de la Virgen María, en 1570, un año después de la fundación de la ciudad de Trujillo.
No obstante, otros feligreses que no pueden ir a estas cuevas agradecen sus favores abriendo pequeñas grietas en el camino que conduce al monumento, e incrustan pequeñas vírgenes de cera y de otros materiales, en la montaña.
Puede que conocer la Estatua de la Libertad, de los EEUU, proporcione la sensación de poder a sus visitantes y al Cristo de Corcovado, en Brasil, la de trascendencia.
Pero la sensación de paz espiritual interior y plegaria de paz mundial que proporciona la Virgen de la Paz, a mi manera de ver, es insustituible, además de lo urgentemente impostergable. Por estas razones bien vale una visita a este monumento a la paz.
Félix Gutiérrez