Las mujeres, a veces, son como las ciudades. Ellas nos paren en sus vientres urbanos. Nos crían en sus patios, en sus amplias casas o en los pequeños apartamentos, en sus cálidas esquinas, en sus tibias calles y en sus amplias avenidas.
Las ciudades son como las abuelas. A veces nos llenan de ternura. También nos consienten y nos malcrían. Nos arrullan en sus regazos cuando visitamos sus casas más antiguas, esas que escriben la historia de la patria.
Las ciudades son como las novias: se aman. Uno camina por sus aceras como si acariciara sus delicados hombros, sus tibios brazos y sus suaves manos. Uno camina cada uno de sus rincones como si las besara.
Las ciudades son como esas mujeres desconocidas que te flechan en cualquier esquina, en una oficina, a la salida de un ascensor, en la entrada de una tienda o en un semáforo en rojo.
Las ciudades son como las hermanas. Uno las quiere, uno las cuida, uno desea que ningún tipo les haga el más mínimo daño.
Las ciudades son dulces y tiernas como las niñas que juegan en los parques, que andan agarraditas de la mano de sus madres y de sus padres. Niñas que sueñan con ser grandes.
Las ciudades son como las vecinas: les encanta un cotilleo. Se ven de lo más lindas cuando chismean en la oficina, la casa, el carro, la peluquería o en cualquier rincón de la urbe.
Las ciudades son como esas adorables amigas que no te piden nada a cambio. Mujeres francas, sinceras, tiernas, alegres, comprometidas y solidarias. Mujeres que te adoran y que tú idolatras.
Las ciudades son como las mujeres que te aman y que tú amas, con las que compartes la vida cotidiana. Mujeres que te acompañan y que tú acompañas. A ellas les deseo, de todo corazón y de alma, este 8 de marzo un Feliz Día Internacional de la Mujer trabajadora y comprometida con su verdad. Félix Gutiérrez.
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