El juego con agua es una de esas tradiciones menos edificantes de la historia del Carnaval en Venezuela, sobre todo ahora que el país y el planeta se enfrenta a una de las grandes crisis de la humanidad: el acceso al agua potable.
La Organización de la Naciones Unidas (ONU) ha señalado en uno de sus últimos informes del 2011 que “500 millones de personas alrededor del mundo padecen escasez casi total de agua potable”.
Agregó que si bien el problema “afecta a todos los países, los más perjudicados son los del Sur, donde nace el 95% de las 80 millones de personas que cada año incrementan la población del planeta”.
Es cierto que la población venezolana ha alcanzado el 96 por ciento de acceso al agua potable en el proceso revolucionario, que se inició en 1998, con la llegada a la presidencia de Hugo Chávez.
No es menos cierto, sin embargo, que el uso creciente de este recurso en el ámbito agrícola e industrial, la deforestación y erosión de la tierra que afecta el ciclo del agua, entre otros factores, también amenaza a Venezuela y al continente suramericano.
A esta realidad se une el consumo excesivo, la contaminación y el crecimiento de la población, agravado por el sistema económico capitalista que prevalece en la mayor parte del mundo.
Por estas razones, ahora más que nunca la toma de conciencia sobre el mal uso del agua, en este caso, en la época de Carnaval, es vital y cada vez más urgente.
Jugar con agua en las fiestas carnestolendas es una de esas costumbres que ahora, más que nunca, deseamos dejar atrás: La Venezuela del derroche, la del uso indiscriminado y sin control de los recursos naturales.
La Venezuela Saudita, la consumista y sin conciencia colectiva, la Venezuela mayamera y cuarta republicana, la del ta´barato dame dos.
La conciencia, los cambios climáticos y las duras realidades que impone la escasez de recursos naturales, así como medidas ejercidas por el Estado en una Venezuela de nuevos tiempos, ha permitido que esta incómoda tradición vaya perdiendo espacio en el imaginario del colectivo venezolano, y gane más terreno la celebración sana, colorida y entusiasta: la carroza, la comparsa y el concierto.
El derroche del agua en los antiguos carnavales venezolanos
Yelitza Parra, una barquisimetana de 40 años de edad, que vive en una de las parroquias más populares del municipio capital de Lara, Iribarren (Barquisimeto), la parroquia Unión, recordó cómo se utilizaba el agua en los carnavales de su adolescencia, la de los años ochenta.
Indicó que en aquella época "jugábamos con agua todos los que vivíamos en la cuadra, como sucedía en diversas casas. Formábamos un gran desorden, un gran bochinche todo el mundo en el barrio", dijo Parra, que es secretaria del Archivo del Cronista de Barquisimeto, Ramón Querales.
Explicó que "en nuestra barriada teníamos una gran pipa de agua. La llenábamos durante los cuatro días de Carnaval y la íbamos vaciando diariamente, en la medida que jugábamos echándole agua a todo incauto e incauta que se acercaba por la cuadra en aquellos días de fiesta".
Oscar Castro Leal, periodista barquisimetano y coleccionista de objetos antiguos, se fue un poco más atrás, a la Barquisimeto de su niñez, la de los años setenta.
Relató cómo eran los Carnavales en Nueva Segovia, otra de las tradicionales urbanizaciones de la ciudad. En aquella época, dijo, "se observaba un bombardeo inclemente de agua”.
Agregó: “Por donde uno pasaba te tiraban bombas, tobos y todo tipo de recipientes cargados de agua, sobre todo a las mujeres, pero también lanzaban cualquier cantidad de cosas, como comida descompuesta".
Agregó que "nunca faltaba el que se montaba en la azotea con baldes de agua y esperaba a que pasara la gente para tirarle el chaparrón. Yo lo hice bastante, mi mamá también".
Recordó que su madre, por lo menos, "utilizaba una cosa que se llamaba negro humo: una carboncillo que se le echaba al agua. Esta mezcla te dejaba mojado y manchado. También se jugaba con arena de trigo".
El barbero Jhonny Carrasco, que trabaja en la Casa de Eustoquio Gómez, espacio turístico del centro de Barquisimeto, viajó un poco más atrás, a los años sesenta, época de su infancia.
Indicó que "en mis tiempos de muchacho, en los años sesenta, se hacían unas celebraciones muy salvajes. Pasaron desgracias, como personas que venían enfermas y eran mojadas. Había gente que usaba cal o pintura", agregó este barquisimetano, que siempre ha vivido en el centro histórico de la ciudad.
Dijo que "eso de jugar con agua ha ido desapareciendo, afortunadamente, aunque a veces se ve uno que otro grupo hacer esa barbaridad, botar el agua de esa manera tan triste, inconsciente y poco solidaria con aquellas comunidades que la necesitan".
Carnavales y la toma de conciencia sobre el uso del agua
Yelitza Parra manifestó que en la década de los noventa "jugábamos pero ya no se hacía tanto con agua como antes. Se había posicionado más el tema del ahorro de este recurso. En las comunidades comenzaba a faltar el agua potable, por el crecimiento poblacional y la demanda del recurso".
Oscar Castro agregó que "antes se jugaba más con agua, indudablemente. Ahora se supedita no solamente a la conciencia de cada cual, también a las prohibiciones de prefecturas y municipalidades, de derrochar este recurso vital, cada vez más escaso".
Señaló que "se ha tomado más conciencia de que no se debe gastar el agua en ese tipo de actividades, aunque te confieso que era muy divertido", dijo Castro con una pícara sonrisa de aquel que jugó bastante con agua.
Indicó que "dejar de jugar con agua es como lo que ha sucedido con las razones por las cuales se ha reducido la cantidad de personas que fuman: por las enfermedades, la conciencia de la gente y las medidas de las autoridades gubernamentales".
Agregó: "Creo que sí han funcionado las campañas a favor de la conciencia en el consumo de agua, por lo menos en las épocas de Carnaval. En otros tiempos mucho antes de comenzar estas fiestas, ya se observaba a la gente jugando con agua".
Verificó que "ahora veo la cosa más tranquila, por tres razones fundamentales. Uno, la escasez del recurso; dos, una mayor conciencia y tres, las restricciones legales que existen".
Leal resaltó que en el caso de Barquisimeto y otras ciudades del estado Lara, el rescate de la celebración de sus Carnavales con sus multitudinarios desfiles, sus comparsas, sus carrozas y sus conciertos musicales, han permitido que el pueblo barquisimetano recupere una celebración más sana, colorida y edificante para el espíritu humano.
Félix Gutiérrez